miércoles, 20 de agosto de 2014


La personificación de lo inaudito es no distribuir lo que se debe distribuir entre la totalidad de la población nacional. El derecho al trabajo, a la educación de calidad, a la salud estatal de calidad, a la alimentación sana, al combustible barato, a la distracción con seguridad, a la vida en familia, al fomento de la cultura, etc. etc. son derechos inalienable de todo ciudadano que pisa este suelo criollo. La paradoja estriba en el manejo mañoso de los recursos, las oportunidades y las posibilidades que debería tener la gente y no la tiene. El crecimiento anómalo de la riqueza perfila un monstruo bicéfalo, en donde una cabeza crece en la opulencia, mientras que la otra decrece en la miseria tercermundista. Amén de terremotos, inseguridad y contaminación, son unos pocos que creen manejar la batuta, desconociendo el desaliento de la gran mayoría de la gente. La solución está en la generación de un nuevo paradigma político en donde prime un proyecto total y absoluto de pulcritud, honestidad y honradez ciudadana. Este proyecto parte con el trabajo gratuito de diputados y senadores de la república. Quien quiera ser parlamentario, debe tener vocación de austeridad, servicio público, sin cobrar ni un peso durante todo el periodo que dure su trabajo. Luego de la depuración, surge el paradigma basado en valores de experiencia, pulcritud, bondad, cientificicidad, honradez, tolerancia, comprensión de la ciudadanía, etc. La era del poder arcaico acabó y nace el acompañamiento ciudadano mediante el cual la ciudadanía camina tranquila por las calles, accede a un trabajo bien remunerado, accede a la educación gratuita, accede a la salud de calidad, accede a espacios de cultura, amor, participación, crecimiento y comprensión. Los que digan que esto es utopía, es porque quieren seguir con la política antigua, anquilosada y perdida en falsas promesas.

 

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